Lo que Queen puede enseñarte
No sabemos cuándo leerás esto, pero sí sabemos cuándo lo publicamos nosotros: un 21 de noviembre. Que es un día normal como otro cualquiera pero, como suele pasar con casi todo en la vida, si rascas terminas encontrando. Y un día como hoy en 1975 un grupo musical publicó un disco. Pero no un grupo musical aleatorio, ni un disco sin importancia. Hablamos de Queen y de A night at the opera.
Ya sabemos que Queen despierta cierta polémica entre comunidades de Internet: que si están sobre valorados, que si son el mejor grupo musical de la Historia, que si eran todo marketing, etc. ¿Sabes qué? No entramos en esas discusiones, porque no pensemos que aporten nada.
Sí sabemos que este disco tuvo una influencia enorme en la industria, fue un referente para músicos que triunfarían décadas después y también un espejo en el que se miraron muchos artistas contemporáneos de la banda británica. Todos los temas tienen su cosa, si te gusta ese estilo. Pero hay un tema en este disco concreto que nos dice cosas. Cosas que tienen que ver con nosotros como productora de contenidos y también con nuestra manera de entender esta movida.
Las reglas están para romperlas
Bohemian Rhapsody fue lanzado en noviembre y estuvo más de dos meses en el número uno de las listas de ventas. Además, volvió a ser número uno dieciséis años después de su lanzamiento, en 1991, cuando se publicó una edición remasterizada del mismo tema. Es el cuarto single más vendido de toda la historia del Reino Unido. O sea, exitazo rotundo, ¿No? Pues según como se mire. La banda se encontró con muchísima resistencia por parte de la industria que, posteriormente, se nutriría de su arte. ¿Por qué? Porque rompía las reglas.
Hablamos de un tema de seis minutos que mezcla rock, ópera, dinámicas de balada, fragmentos de letra en varios idiomas y uno de los riffs o solos de guitarra más reconocibles de la historia del rock. Los productores se echaron las manos a la cabeza: ¡Seis minutos!, ¡De algo inclasiflicable, además! Tenían miedo de que no pudiera emitirse en las radios, de que la gente se cansara de escuchar, que los lapidaran los críticos por no ser lo que el canon establecía. Y, bueno… pasó lo que pasó.
Que el artista haga lo que sabe hacer
Es muy cómodo seguir la senda marcada. No hay riesgos o, al menos, no tantos como cuando quieres hacer las cosas de otra manera. Esta mentalidad nos la encontramos con mucha frecuencia. ¿Vídeos para vender mi producto que sean como películas?, ¿Podcast para hablar de temas que no tengan necesariamente que ver con mi marca?, ¿Invertir dinero en productos audiovisuales que no me garantizan beneficio inmediato?, ¿Estamos locos?
No queremos que nadie tome riesgos innecesarios, pero a veces una dosis de atrevimiento es necesaria para destacar. Para hacer algo distinto, para que la calidad de lo que haces, dices o vendes hable por sí misma. El miedo es legítimo, pero nunca ha logrado grandes cosas. Con Bohemian Rhapsody se inició un camino nuevo en los terrenos de la producción musical, la narrativa de las canciones, la creatividad desde el eclecticismo, la teatralidad en los escenarios,…
Se hace historia cuando alguien se atreve a decirle al artista: «No entiendo muy bien de lo que me estás hablando y lo que pretendes hacer pero, ¿sabes qué? ¡Adelante!». Si eres de ese tipo de personas quizás deberíamos hablar.